En las últimas décadas, el tema ambiental se ha fortalecido de tal forma que hoy en día, es considerado una prioridad en todo el mundo, tanto para empresas como para el público en general.
Los impactos y amenazas del cambio climático han obligado a tomar medidas urgentes para mitigar el daño ambiental, estos, van desde el control de los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero, hasta la adaptación de nuevas acciones de mitigación.
Si bien las medidas de mitigación y adaptación al cambio climático hacen parte de las necesidades de una buena gestión ambiental, los desafíos que se confrontan en América Latina y el Caribe, son temas pendientes y determinantes del desarrollo sostenible, de la calidad de vida y de la competitividad económica de las empresas y de los países.
En temas de biodiversidad especificamente, dado que la mitad de la población del Caribe vive a menos de 100 kilómetros del litoral (Chatwin 2007), en términos de ecosistemas marino- costeros esta concentración poblacional impone demandas directas e indirectas que ocasionan la pérdida creciente de los medios de vida de las comunidades costeras por la destrucción de hábitats y la degradación de manglares, humedales costeros y arrecifes de coral (Halpern et al. 2008).
Por ejemplo, la superficie de manglares en ALC ha disminuido en un 40% entre 1980 y 2001, debido principalmente al desarrollo costero (Valiela et al. 2001); esto incluye actividades agrícolas, desarrollo de explotaciones acuícolas.
¿Qué pasa con el agua?
La contaminación de los cuerpos de agua por vertidos no tratados tiene impactos graves sobre la salud humana, la calidad de los ecosistemas y el desarrollo económico.
La situación de contaminación hídrica es crítica, tal y como se refleja en los niveles de degradación de importantes ecosistemas acuáticos tanto terrestres (ríos, humedales, lagos) como marino-costeros.
Si bien la región ha mejorado sus índices de cobertura de aguas servidas, se estima que más del 70% de las aguas residuales no reciben tratamiento alguno antes de verterse en ríos, lagos o en el mar (Jouravlev 2014).
Chile se acerca a un nivel cercano al 100% de tratamiento de aguas residuales urbanas, pero para los demás países de ALC los niveles son muy bajos: México (48%), Brasil y Uruguay (35%); Colombia, Perú y Bolivia (20%).
A lo anterior debe sumarse la contaminación por fuentes procedentes de la agricultura (químicos y plaguicidas) y por efluentes originados en la actividad minera, sobre todo de la minería e industrias dispersas e informales.
FUENTE: https://publications.iadb.org/